¿Se han quedado precipitadamente
sin aliento al encontrarse con una persona “especial”? Y no necesariamente
alguien a quien hayas “amado”, sino alguien sencillo a quien admires y en mi
caso de lo más sarcástico, impertinente e inteligente que se puedan imaginar.
Cierto día en la preparatoria –hace exactamente dos años con diez meses– tuve
un encuentro con el que sería -y sigue- siendo mi ejemplo a seguir en muchos
sentidos y hasta la fecha voy por buen camino.
Lo conocí pensando en que iba a
ser un chico sin mucho atractivo e incluso llegué a pensar que iba a ser un
maestro “veterano”, pero cuando deliberadamente entré en las oficinas de
“Prepa” y pregunté por la maestra con la que me entrevistaría, ella entró enseguida
y me tomó cariñosamente por los hombros, conduciéndome hasta su oficina. En
cuanto atravesé el umbral… no podía creer lo que mis ojos contemplaban con
amor, con ilusión, con una infame sensación de perderme en aquellos ojos verdes
que aún me obsesionan y me hacen temblar al pensar en ellos.
Era él, no diré su nombre, sólo
se llamará él. Me saludó y musitó un
comentario un tanto hiriente “¿acaso ya piensas remplazarme?”. Yo no podía
creer lo que estaba frente a mí, sólo observaba sus movimientos, sus gestos y
los movimientos que hacía al hablar sobre mi entrada al periódico, hasta que un
inesperado “adiós” por su parte me tomó por sorpresa, mi corazón se encogió de
sobremanera y tuve que salir con ambos rápidamente. Me despedí de él dudosa y
sorpresivamente me dio un cortés beso en la mejilla, que se sintió como la
caricia más dulce y sencilla que he recibido jamás.
Mis expresión facial ruborizada y
petrificada y mi nerviosismo al verlo eran evidentes, un día casi caigo por las
escaleras por ver cómo subía y mi temor para hablarle en ocasiones era lo peor.
Cada vez que lo llegaba a divisar por donde fuera pasaba exactamente lo mismo,
así que muy pronto, mi enamoramiento fue obvio para muchas personas cercanas;
la primera, sin duda fue la maestra, quien días después de verme actuar de
forma –extraña– me preguntó acerca del
“individuo en cuestión” así le llama ella. Yo sobrecogida por tal
descubrimiento acepté y desde allí, ella se convirtió en mi cómplice.
Viví ocasiones muy especiales
–por lo menos para mí– junto a él; encerrarnos en una oficina a platicar, verlo
derramar lágrimas al leer un cuento de mi autoría, felicitarme por ganar un
premio, llamarme “intensa” por ciertos pensamientos literarios que leía con
tanto ánimo y ciertamente eran dirigidos hacia su persona, invitarme a su
proyecto final con una mirada esmeralda profunda y llena de ternura irónica al
tomarme de la mano con delicadeza, reconfortarlo en un día de mucho ajetreo y
cierto día por teléfono creí escucharlo decir textualmente “creo que me estoy
volviendo loco por ti”.
Sin embargo todo cuento de hadas
termina… al ser dos años mayor que yo, él se graduó con honores y me embargó la
alegría al verlo ataviado con un precioso esmoquin, recibiendo su
reconocimiento por ser el mejor de su generación y se marchó a estudiar a otro
estado, sin tener contacto por un año y un poco más con él, se perdió cualquier
sensación de afecto que hubiese entre nosotros.
Nos llegábamos a hablar
artificialmente por un medio electrónico, pero ya no era la misma sensación de
antes, hasta que este martes finalmente lo vi. Me encontraba en la escuela con
motivo de una junta importante del periódico, sin embargo había llegado 15
minutos antes, así que me marché a la biblioteca sólo con el objetivo de pasear.
Encontré a una amiga allí, días antes mi cómplice me había dicho que él vendría
a tomar clases en vacaciones para adelantar materias, y se lo comenté a mi
amiga. Iba notablemente más arreglada de lo normal, incómodos tacones negros,
cabello recogido, una blusa terciopelo color rosa y labios rojos con brillo
transparente. Ella me miró y me dijo que ya era hora, mientras yo lo buscaba
con la mirada pero al no encontrarlo, me resigné y caminé junto con ella hasta
la salida.
Para mi gran sorpresa, él iba entrando
al lugar junto con una chica sin importancia, yo me quedé congelada en el lugar
donde estaba, sentía que el piso se movía, que unos ojos grandes se abrían en
mi rostro y unos labios inseguros pero brillantes se dibujaban incesantes. Su
expresión era otra, me miraba con sorpresa, con una duda entre ceja y ceja,
pero al final, él se acercó a saludarme.
Su siempre tierno beso en la
mejilla derecha me alegró mi día, al salir del trance en el que me había
quedado, le pregunté deliberadamente “¿cómo estás?”, él sin ponerme mucha
atención me preguntó lo mismo, yo me reí ruborizada, él rio normalmente, con
sus dientes perfectos asomando su esplendor. Inmediatamente después de su risa,
le dio un mordisco a algo que estaba consumiendo, yo contesté sonriendo “¡bien,
bien! ¿Y tú?”
Para ser graciosa, le comenté
entre sonrisas, tratando de tomar su mismo porte sarcástico que tanto anhelo
“¿comiendo?”, él de nuevo rio, esta vez con diversión y me dijo: “muy bien,
gracias”. Al final de está mínima conversación se marchó a clase y yo a la
junta, tristemente sin terminar de hablar con ese personaje tan admirable y
célebre, como siempre lo ha sido mi querido amor platónico.
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Listo… en esta entrada me esmeré más por
tratarse de ese individuo, es muy bueno Batista ¿no? En fin, los dejo. Gracias por sus deseos, pero aún no es el día y ya estoy nerviosa. :/
Hasta pronto.
Alchemist.